Vivimos en una época en la que el positivismo se ha llevado a tal extremo, que resulta extremadamente tóxico.
Se afirman frases “positivas” sin sentido ni trasfondo, sin hacer una mera crítica interior.
El extremo es tal, que no se validan las situaciones, no se las llama por su nombre y no se miran los efectos que tienen. Como si el hecho de no mirarlas, hiciera que no existieran.
Poner límites es considerado agresivo, en lugar de asertivo.
Ahora resulta que cuando una persona no está siendo profesional y se le dice que no está siendo profesional, te tacha de ser agresiva. Sin entender que en realidad te ha agredido ella con su negligencia.
Ahora resulta que decirle a las cosas por su nombre es ser agresiva.
No, perdona, tu falta de profesionalidad es una falta de respeto a todas las personas que tengan relación laboral contigo.
Hay personas que se hacen las ofendidas y agredidas, porque les estás diciendo una verdad que no quieren / pueden admitir.
No señor, decir la verdad no es el generador del conflicto. Que tú no aceptes la verdad, sí lo es.