Jerarquía invisible
Hay un tipo de relación que, aunque puede pasar desapercibida, genera un desequilibrio emocional profundo: aquella en la que alguien escucha siempre, pero nunca habla.
Se trata de esas personas que están dispuestas a oír cada uno de tus problemas, a brindarte su opinión y consejo con una calma envidiable, pero que, cuando son ellas quienes atraviesan dificultades, no recurren a ti.
A primera vista, podrías pensar que se trata de una muestra de altruismo o de fortaleza emocional, una especie de buena samaritana que se ofrece como refugio cuando más lo necesitas. Sin embargo, tras esa fachada de disponibilidad incondicional, se esconde un problema mucho más complejo.
Esa asimetría en la confianza, donde tú revelas tus inseguridades y miedos mientras que ellas guardan silencio sobre los suyos, genera un escalón desigual en la relación. Es como si, al no compartir sus propias luchas, te situaran en una posición inferior, relegándote al papel de quien necesita ayuda, pero nunca puede brindarla.
La cuestión no es solo el silencio de la otra parte, sino el mensaje implícito que conlleva: “No confío en ti lo suficiente como para contarte mis problemas.” Eso puede minar la autoestima y el sentido de igualdad en una amistad, una relación que debería basarse en la reciprocidad. Peor aún, puede dar paso a la sensación de estar siendo utilizado. Ellas escuchan tus problemas y se muestran disponibles, pero en cuanto tú intentas cruzar esa barrera y ser un apoyo en sus momentos difíciles, te encuentras con un muro de silencio.
Este tipo de dinámica termina siendo una especie de caridad emocional disfrazada. Quienes adoptan esta postura parecen tener una especie de superioridad moral al convertirse en los “salvadores” de los demás, pero no se permiten la vulnerabilidad que tanto promueven. Es un juego de apariencias en el que, aunque parezcan actuar de manera desinteresada, lo único que consiguen es perpetuar una jerarquía invisible que coloca a uno como el que sufre y al otro como el que salva.
La verdadera amistad, en cambio, se construye en la confianza mutua. No en la condescendencia de quien escucha sin compartir.