Rumiación nº 28

 

Contexto: Conversaciones que escucho en la terraza de un bar.

-¿Y tú qué harías con ese dinero?

-Pues irme de viaje, disfrutar,… Al final uno compra un estado de ánimo.

Qué triste, ¿no?

Nuestro estado de ánimo se mercantiliza. 

¿Hasta dónde se va a incrustar el capitalismo? 

Con la obsesión sobre no permitir, 

la tan mencionada últimamente 

“procrastinación”, 

ya me había hecho consciente 

de que en la gran mayoría de los casos, 

sólo se valora la productividad. 

Producir, producir y producir, 

y si no, 

parece que no estés haciendo nada, 

porque no estás siendo productiva.

Reivindico desde aquí, 

si es que de algo sirve esta pequeña ventana, 

el DERECHO A NO HACER NADA, 

EL VACÍO FÉRTIL, se llama. 

Y aunque sea infértil, no pasa nada. 

El vacío, la nada, 

es necesario para que podamos llenarlo de algo después, 

en el caso de que nos apetezca. 

Y si no, también bien.

Es desde el vacío,

desde el aburrimiento,

desde donde nace la imaginación,

la creatividad.

Basta ya de tener que hacer cosas siempre. 

Es necesario no hacer nada, 

para poder regenerar ese estado de ánimo, del que hablar 

en la terraza de un bar. 

Para que no puedan comprárnoslo. 

Nadie. 

Porque mi ánimo no se compra. 

No. 

Lo genero yo.