El sonido es una realidad física formada por las vibraciones sonoras que nos llegan al oído transmitidas por el aire. Cuando escuchamos una música muy rítmica, por ejemplo de tambores africanos, sentimos un impulso irrefrenable de movernos y bailar, siguiendo la música.
El ritmo es el primer elemento estructurado de la música y proporciona sensación de orden, organización. El equivalente en el ser humano es el aspecto fisiológico, porque nuestro organismo funciona a partir de ritmos, al igual que la naturaleza: el latido del corazón, la respiración, la circulación sanguínea, los ciclos de sueño y vigilia, los ciclos menstruales, las mareas, las estaciones, los años…
Todos estos eventos siguen una secuencia de hechos que se repiten en un período de tiempo más corto o más largo.
A veces, una canción que escuchamos o cantamos puede hacernos llorar. Otras veces nos sentimos alegres con alguna música. Es la melodía, la sucesión de diferentes alturas de los sonidos, la que nos provoca cambios en el estado de ánimo. Podemos afirmar que la melodía es el elemento de la música que nos pone en contacto con nuestras emociones.
Y la armonía, que consiste en la superposición de distintas alturas de sonido que suenan a la vez, como cuando oímos un acorde o una música cantada, tocada o interpretada por un corazón o por una orquesta.
Darnos cuenta de esta simultaneidad, procesarla y comprenderla requiere de una actividad intelectual importante.
Por tanto, en la música encontramos integrados los diferentes aspectos de la persona: físico (ritmo), emocional (melodía) y mental (armonía). Y desde esa integración podemos seguir ascendiendo a otros niveles y llegar al aspecto espiritual, porque la música también es capaz de hacernos experimentar estados elevados de conciencia.
Está comprobado que la música es capaz de originar cambios en la persona, que pueden ser fisiológicos, emocionales, cognitivos, interpersonales, espirituales.
Las numerosas investigaciones que se han llevado a cabo hasta el momento demuestran una gran capacidad transformadora y sanadora de la música cuando se aplica en un entorno terapéutico, con la intervención de un musicoterapeuta profesional, con un plan de tratamiento, unos objetivos y un compromiso por parte del paciente en tomar parte activa en la terapia.